
La Cop26 ha sido una radiografía de cómo estamos en cuanto a las emergencias del cambio climático. Países y líderes empresariales se han presentado con grandes discursos y promesas en sus lenguas. Todo muy bonito, muy comprometedor y lleno de esperanzas.
Pero no podemos quedarnos en eso. No podemos quedarnos con lo dicho y prometido en la Cop26, cuando un nuevo análisis da a conocer que a pesar de todos los compromisos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el mundo está en camino de llegar a los 2,4 grados Celsius de calentamiento por encima de los niveles preindustriales, mientras que los científicos dicen que el planeta debería mantenerse en el límite de 1,5 grados.
Asimismo, el organismo de control Climate Action Tracker (CAT) advirtió el martes que las emisiones globales de gases de efecto invernadero en 2030 seguirán siendo aproximadamente el doble de lo necesario para permanecer por debajo del umbral de 1,5 grados.
¿Cuánto más necesitamos saber para efectuar el cambio de verdad?
Los países, las empresas y las personas tenemos nuevos y más grandes desafíos que enfrentar relacionados al cambio climático y un desarrollo sostenible. Aquello ya no puede ser una novedad ni una misión a la que podamos hacer vista gorda. Muy por el contrario, tenemos que informarnos mucho más, reflexionar, replantear nuestros propósitos, nuestras formas de operar y, más que nunca, accionar.
Accionar entendiendo que un buen negocio ya no es aquel que genera las mayores ganancias ni obtiene mayores crecimientos de alcance territorial. Hoy un buen negocio es aquel que cambia sus perspectivas globales por unas que actúen con visiones hacia lo que nos depara el futuro en cuyas decisiones está el reconocimiento de una realidad climática que nos está pisando los talones pero también, que hay mucho más que hacer por nuestro ecosistema y que es ocuparse y gestionar por nuestras comunidades, nuestros trabajadores y trabajadoras, nuestros proveedores, nuestros clientes, nuestro medio ambiente, la naturaleza, la gestión del agua, la cantidad de emisiones y el impacto que hemos estado generando en ellos y el que podemos generar a futuro con acciones positivas y prósperas.
Estamos y necesitamos aún más, una transformación de cultura empresarial que avance con rapidez y se establezca sin dudas; porque es una cultura que llega para quedarse y para dejar caer un telón que muestra a muchas empresas la realidad que estaban gestionando tras bambalinas. Llegó para evidenciar nuestra falencias y malas prácticas y para empujarnos a cambiar y ser mejores.
Se trata de pensar en ser una mejor empresa para el mundo. Cambiar para serlo ahora y buscar ser mejores de lo que ya muchas lo somos. Es ocuparnos hoy para tener un futuro empresarial mejor, más amigable, más inclusivo, más consciente, más cercano, más social.
Han ocurrido sucesos en nuestro país que nos han dejado un claro aviso de que las malas prácticas ya no serán toleradas ni camufladas, al mismo tiempo que nos dicen que no podemos quedarnos en la lejanía de nuestra operaciones y ganancias. Tenemos que integrarnos a la sociedad a la que producimos y tenemos que empatizar con un liderazgo cercano y de opinión a las problemáticas sociales.
Si vamos a competir como empresas y países, que sea entonces en materia de sostenibilidad. Que la competencia sea en quién se preocupa de llevar a cabo acciones en favor de los stakeholders del entorno, estando principalmente dirigidas a revertir el deterioro del medio ambiente y mejorar el bienestar de la sociedad.
Utilicemos la fuerza de nuestros negocios y alianzas para que la sostenibilidad sea nuestra filosofía base. Pero más importante aún, entendamos que ser sostenible no es ser una empresa buena onda y generar avalanchas de promesas. Es ser una empresa consciente, reflexiva y comprometida con el mundo en el que opera y el mundo en el que viven ustedes mismo, sus familias y sus amistades. Es ser sostenible desde la fiel visión de que está en nosotros la palanca de cambio y accionar concretamente más que prometer bajo la superficialidad.